La Batalla de la Secuela: Reseña de Gladiador 2
Gladiador 2 (2024) fue una de las películas más esperadas de 2024 y una secuela inesperada de Gladiador (2000), una de las películas más icónicas y elogiadas de todos los tiempos. La película obtuvo doce nominaciones al Óscar y cinco premios, con Russell Crowe recibiendo el Óscar a Mejor Actor por su interpretación de Maximus. Cuando Ridley Scott anunció polémicamente que dirigiría Gladiador 2, muchos fans de Gladiador dudaron de su capacidad para recuperar la magia de la primera película, y creo que sus dudas se confirmaron.
Ridley Scott es el director de muchas películas clásicas como Alien (1979), Thelma y Louise (1991) y, por supuesto, Gladiador (2000). Sin embargo, en los últimos años, sus últimos proyectos parecen estar perdiendo calidad. Desde House of Cards (2021) hasta su película más reciente, Napoleon (2023), ambas fracasos de taquilla y fracasos de crítica y público, la filmografía de Scott, de 86 años, parece ir cuesta abajo. Sin embargo, esto no parece ser suficiente para detenerlo, pues ya ha anunciado que está trabajando en Gladiator 3, a pesar de las opiniones encontradas y algunas críticas (bastante) duras tras el estreno de Gladiator 2.
En primer lugar, mi problema inicial con la película fue la trama. Muchas secuelas deberían ser una continuación o una especie de remake de la primera película, lo cual ya fue una tarea difícil para Scott considerando el trágico final de Gladiator. La trama era derivada, casi un remake de la primera película. El hijo de Maximus, Lucius (Paul Mescal), busca vengarse de Roma después de que destruyeran su hogar y asesinaran a su esposa, por lo que es esclavizado y obligado a participar en luchas de gladiadores en el Coliseo. ¿Les suena familiar? La única diferencia clave entre las películas fue la extraña (y bastante imprecisa históricamente) incorporación de animales por parte de Scott. Lucius se enfrenta a unos monos bárbaros de aspecto caricaturesco y se ve obligado a luchar en un Coliseo lleno de agua con un montón de tiburones nadando alrededor. Si bien creo que la decisión de Ridley fue añadir algo de variedad a las escenas de lucha, que ya resultaban tediosas y repetitivas, la mala calidad de las imágenes generadas por computadora distraía tanto que resultaba imposible tomarlas en serio.
En cuanto a la actuación, sentí que la brillantez de Paul Mescal se desperdició, y él hizo todo lo posible con un guion pésimo. Mescal nunca iba a recuperar la fuerza de la actuación de Russell Crowe, pero lo intentó con lo que tenía. La actuación de Mescal se redujo principalmente a secuencias de acción luchando con monos, y cuando lo oímos hablar, parecía que solo recitaba poesía, en lugar de ofrecer monólogos conmovedores. Esto dejó al personaje de Lucius sintiéndose poco desarrollado y bastante aburrido, sin estar a la altura de las expectativas que el público esperaría del hijo del gran Máximo. De igual manera, la actuación de Pedro Pascal fue desperdiciada en su personaje, cuyo propósito y contribución a la trama resultaron ser fútiles. Además, la única actriz que regresaba de la primera película era Connie Nelson, quien interpretó una vez más a Lucilla, la madre de Lucius y antigua amante de Máximo, y cuyo destino también hizo que su personaje perdiera sentido.
Las actuaciones más decepcionantes que me parecieron fueron las de Joseph Quinn como el emperador Geta y Fred Hechinger como el emperador Caracalla: dos hermanos emperadores tiránicos (y bastante exagerados). Es evidente que Scott sentía que necesitaba no uno, sino dos emperadores para intentar seguir el ejemplo de la inquietante interpretación de Joaquin Phoenix como el villano Cómodo, en la que no lograron su objetivo y se sintieron como imitaciones forzadas. Ambos personajes eran como caricaturas cómicas que, desde luego, no resultaban convincentes como líderes poderosos y amenazantes. Sentí que la única actuación redentora fue la excéntrica interpretación de Denzel Washington del engañoso Macrinus, el único personaje con matices. Washington interpreta a Macrinus con gran extravagancia y carisma. Con sus llamativos ondulantes de capa y sus joyas apiladas, su personaje se adueñaba de la escena en cada ocasión.
Comments
Post a Comment